Hace unos días charlaba con un amigo, empresario familiar. Dirige una empresa en la que los tres hermanos son los principales directivos y motores del negocio. Están entrando en una de las crisis de crecimiento más complejas. Están llegando a uno de aquellos momentos de la historia de una empresa en que, para seguir creciendo, hay que impulsar un nuevo salto en la organización, mejorar el equipo, evolucionar el rol de los accionistas en la gestión, incrementar la delegación de responsabilidades, derivar hacia posiciones más estratégicas en que la evolución del modelo de negocio y su escalabilidad sean la prioridad.
Me confesaba su preocupación por la dificultad de esta nueva fase de desarrollo en la que están entrando, y su temor de no ser capaz de atacarla con éxito.
La empresa de mi amigo es rentable y su desarrollo en los últimos años ha sido muy positivo, experimentando cifras de crecimiento de dos dígitos. Opera en un sector de nicho en el que no hay demasiados competidores. Algunos de ellos podrían estar interesados en aprovechar la posición estratégica de la empresa de mi amigo, además de tener la capacidad económica para planteárselo.
La conversación giraba en torno a la necesidad que impone el mercado de seguir creciendo, innovando, liderando, frente al deseo de los accionistas de mantener los volúmenes de facturación y rentabilidad en su nivel actual, de forma indefinida, asegurando un futuro cómodo para ellos.
Le fui franco a mi amigo. Su deseo de estabilidad no lo veo factible. Las ventajas competitivas que la empresa defiende hoy, podrían desaparecer rápidamente si no mantiene un alto ritmo de innovación, creatividad, calidad y servicio. Su actual posición privilegiada en el mercado podría estar en peligro si dejan de crecer.
La permanente inversión en producto, en la apertura de nuevos mercados, en la consolidación de aquellos en los que ya tienen presencia, en la relación con el cliente, en tecnología, en capacidades del equipo humano son imprescindibles, no ya para crecer, sino simplemente para mantenerse.
Crecer ha dejado de ser una opción. No crecer puede llevar a dejar de ser.
Mi consejo fue muy claro:
“Si no puedes seguir creciendo, deberías plantearte la venta de la empresa, ahora que mantiene una posición diferencial en el mercado, y ha alcanzado un valor importante. No hacerlo, podría llevar a la pérdida de este valor. Y estoy seguro de que esta no es una opción que queráis contemplar.”
Ayer me llamó. Quiere que les ayude a diseñar una estrategia para seguir creciendo y que, en paralelo, exploremos la posibilidad de vender la empresa.
Francamente. Me parece de lo más sensato.
Joan Alsina_Socio Director_ACCESO Corporate Partners.