Uno de los efectos del CoVid en las economías europeas fue la activación de mecanismos que asegurasen la disponibilidad de recursos financieros para evitar que las empresas colapsasen por falta de liquidez y pudieran soportar la drástica reducción de actividad.

Lo que tenían que ser préstamos selectivos para empresas en dificultades a causa de la pandemia acabó convirtiéndose en una barra libre de crédito que, a la vez que engordaba los balances de las compañías, reducía el riesgo de las entidades financieras, que veían como el Estado, vía ICO, actuaba como garante de los riesgos nuevos y antiguos.

Dado que los tipos de interés efectivos estaban cercanos al 0%, el exceso de deuda no era un problema para las cuentas de resultados. La necesidad de amortizar algún día esa deuda sí prometía dificultades a futuro. Hay que recordar que en muchos casos, dicha deuda iba destinada a contrarrestar pérdidas, es decir, no generaba nueva capacidad de retorno. En cualquier caso, a base de “patadas adelante” y “Dios proveerá”, el gobierno ha ido alargando el momento de comenzar la devolución de todos estos préstamos. Hasta ahora.

Estamos actualmente ante una tormenta económica casi perfecta. La escalada vertical de los precios de la energía iniciada en 2021 (electricidad, gas, combustibles), el fuerte crecimiento de la inflación (6.5% en 2021, 10,5% interanual a Agosto de 2022), el aumento de los tipos de interés impulsado por los Bancos Centrales para contener la escalada de la inflación (el Euribor a 12 meses que era del -0,5% a principios de 2021, se ha situado en una media mensual del 1,25% en agosto) y el consiguiente encarecimiento de la deuda de empresas y familias, el fortísimo incremento de los precios de las materias primas, la incertidumbre y escasez de determinados productos provocadas por la invasión Rusa en Ucrania,… No es el mejor escenario para una economía todavía en fase de recuperación.

Las necesidades de financiación del capital circulante también han aumentado para las empresas debido a las fuertes subidas de costes (primeras materias, energía) y de precios (traslado al mercado de los incrementos de costes).

Muchas familias, cuyos ingresos no han crecido al mismo ritmo que la inflación, ven ahora además cómo sus préstamos se han encarecido, lo cual repercutirá sin duda en su capacidad para consumir.

Previsiblemente, los bancos van a cerrar el grifo del crédito

No es descabellado, en medio de este escenario, pensar en un incremento de la morosidad en la banca en el corto plazo y, en consecuencia, de los requerimientos de capital de las entidades financieras.

Uno de los efectos esperables es una drástica reducción de la financiación bancaria para las empresas, que deberán explorar otras soluciones si quieren continuar con sus planes de crecimiento.
Financiar inversiones, ya sea productivas, ya sea de expansión comercial, ya sea de adquisición de otras empresas, ya no será tan sencillo como en los últimos años. El acceso a la deuda bancaria probablemente dejará de ser una opción.

Y si este es el caso, ¿cuál es la alternativa?

El Private Equity

Dispuesto a seguir participando en compañías con buenos equipos de gestión y proyectos de expansión de sus negocios, que le permitan seguir ofreciendo rentabilidades atractivas a los partícipes de sus fondos.

 

Joan Alsina_Socio Director_ACCESO Corporate Partners.